domingo, 4 de febrero de 2018

EL DESARRAIGO ANTES Y DESPUÉS DEL MURO DE BERLÍN



La central del frío

Inka Parei

Traducción de Roberto Bravo de la Varga

Acantilado, Barcelona, 2017, 180 páginas.



   Se suele dar por hecho que Inka Parei (Fráncfort del Meno, 1967) y otros escritores y escritoras alemanes nacidos en los años 60 y 70 pertenecen a la generación de los nietos. No vivieron la Segunda Guerra Mundial pero cuando quisieron saber qué y cómo había sido aquella catástrofe, se encontraron con el silencio y el mutismo familiar de padres y abuelos que no quisieron o les resultaba imposible recordar. Fueron sin embargo testigos de la Guerra fría, del muro que dividía Berlín, también de su caída y de la nueva Alemania unificada. Una reunificación que no ha dejado de interesar a escritores como Inka Parei que dedicó al tema dos novelas anteriores a esta (La luchadora de sombras, 2002 y El principio oscuridad, 2007). En La central del frío reincide en episodios de ese pasado con un tema de fondo: los recuerdos de una persona que fue adoctrinada para subordinar su propia individualidad a la colectividad, y entregarse acríticamente a su servicio, pese a que muchas ocasiones no fuera capaz de entender los motivos.

   A través de un inquietante relato, se nos revela que el protagonista y narrador había nacido  en la República Democrática Alemana, que trabajó de mecánico en la planta de refrigeración del periódico Neues Deutschaland, órgano oficial del partido socialista. Se encuentra pasando los últimos meses en el sur de Alemania y recibe una llamada de su ex mujer, enferma de cáncer. Entonces siente que el pasado de sus vidas asciende lentamente desde lo más hondo de sus existencias. Su ex pareja le solicita que se traslade a Berlín y le ayude a descubrir si su enfermedad cancerígena puede tener algún tipo de relación con la llegada de un camión procedente de Chernóbil, tras el accidente nuclear. Quizás ella estuvo en contacto con ese vehículo. Después de la conversación, percibe de repente la presencia del abismo cuya existencia siempre había negado. Comprende igualmente que la única persona que le puede ayudar es un antiguo compañero, pero hubo un tiempo en que creyó que había fallecido en extrañas circunstancias, aunque ahora tiene la esperanza de que esté vivo. Es la única persona que le podría echar una mano para reconstruir  los acontecimientos de mayo de 1986 cuando ambos trabajaban en el periódico del partido. Él como mecánico de la sección de climatización.

   La historia que narra Inka Parei se transforma así en una búsqueda de respuestas con el único soporte de los recuerdos fragmentados del pasado y episodios del presente confusos y nebulosos. Un pasado que ascendía lentamente rebosante de incongruencias y un presente dominado por el desahogo.  Mas ese es el papel que frecuentemente le corresponde  a la literatura: ahondar en el pasado para esclarecer o inquietar el presente. Historias familiares, laborales, sociales de tiempos pretéritos que son capaces de iluminar con nueva luz el presente.

   La novela transita entonces por las sendas del thriller, a la vez que recupera y revisa la historia; el protagonista se reencuentra con personas conocidas en otros tiempos -antiguos compañeros-; con la ciudad y se enfrenta así mismo a su propio fracaso personal. En definitiva, un viaje a través de las brumas del pasado plagado de interrogantes, en búsqueda de respuestas, aunque solamente va a encontrar dudas.

   La novela, aunque con múltiples analepsis, sigue fundamentalmente el hilo de tres tiempos y espacios diferentes: el de la República Democrática Alemana en la que todo se consideraba indestructible; una utopía que se inculcaba a los ciudadanos; la semana en la que el protagonista viaja a Berlín para bucear en el pasado, y un presente confuso que pone de manifiesto el fiasco de sus pesquisas.

   La novela de Inka Parei tiene entre sus aciertos el hecho de envolvernos en una sensación de agobio latente en el clima social de la Alemania del Este, con frecuentes alusiones al miedo, a la opresión y al frío. El combate del frío para el que fue reclutado el protagonista, y eso precisamente es lo que experimenta en su estado de ánimo, con unas normas que le martillean con la necesidad de poner entre paréntesis los valores individuales y entregarse gratuitamente, y sin entender el por qué y el para qué, a una colectividad carcomida por la burocracia.

   La autora describe con una tonalidad igualmente fría y una prosa aséptica, con ciertas chispas intimistas de vez en cuando, el panorama vital de unos desarraigados que creyeron habitar un paraíso, el de la sociedad socialista,  que resultó ser falso, y se instalaron en otro -el capitalista- también engañoso porque en él uno queda abandonado a su suerte.







                                                  
Inka Parei

                                               

Fragmentos



“Las siguientes horas las pasé informándome sobre lo que había mencionado por teléfono. Lo dijo una sola vez, en voz baja, a partir de entonces sólo se refirió a ello como su enfermedad. Di con el primer estudio sistemático de su dolencia. Se había realizado entre los siglos XVIII y XIX. Se describía como un riesgo laboral propio de deshollinadores, montañeros y marineros. Vi qué aspecto tenía una célula cuando se reproduce con normalidad y el aspecto informe y amenazante que muestra cuando algo va mal. En realidad, el cuerpo humano está constituido de tal forma que lo anómalo se destruye a sí mismo. El problema surge cuando  ese sistema de autodestrucción deja de funcionar. Entonces se desata el caos. Eso fue lo que aprendí. Me enteré de que los animales y plantas también enferman de cáncer…”



…..



“La sociedad socialista esperaba mucho de nosotros. Tendríamos que rendir al máximo. Puede que en más de una ocasión el oficio nos hubiera parecido difícil, habíamos tenido que esforzarnos para comprender cada uno de los procesos, habíamos pasado malos ratos tratando de asimilar la enorme cantidad de conceptos que necesitábamos manejar, habíamos tenido que repetir mil veces los mismos pasos hasta conseguir u trabajo perfecto. Ahora, sin embargo, habíamos superado nuestros exámenes con éxito y podíamos estar orgullosos. Dentro de algunos años, cuando el quehacer cotidiano y la rutina llenaran nuestra vida, miraríamos al pasado con nostalgia, nos acordaríamos de este período de aprendizaje (…) Concluyó asegurando que esto no significaba en modo alguno que nuestro ejercicio profesional fuera a estar exento de retos, tendríamos que enfrentarnos a situaciones complicadas, seguiríamos aprendiendo, la vida nos depararía nuevas experiencias igual de interesantes, pero diferentes.”



…..



“Los dos primeros años fueron muy duros. Siempre hemos dicho que no lo habríamos logrado si el otro.

Nadie nos conocía y casi nadie nos preguntaba de dónde veníamos. Las personas mayores apenas se preocupaban de lo que sucedía en la RDA. Su interés, si es que mostraban alguno, era exclusivamente histórico. Cuando mencionábamos alguna ciudad que conocían o les hablábamos de tal o cual lugar solían relacionarlo con la época anterior a la guerra o con la primera posguerra. No tenían empacho en hablar largo y tendido sobre aquellos años, lo hacían con absoluta libertad, un detalle que no dejaba de sorprenderme, ya que nosotros no solíamos hacer comentarios al respecto. Hablaban sobre lo divino y lo humano y luego, de repente, se quedaban callados. Con la mirada perdida. Era una señal inequívoca de que su discurso había topado con la división de los dos Estados alemanes.”



(Inka Parei, La central del frío, páginas 17-18, 49,149-150)

1 comentario: