domingo, 3 de abril de 2016

"CORAZONES EN LA OSCURIDAD": TOPOGRAFÍAS DE DERRUMBES Y SUPERVIVENCIAS



Corazones en la oscuridad

Joaquín Pérez Azaústre

Editorial Anagrama, Barcelona, 2016, 278 páginas



   Ardua tarea la de intentar ficcionalizar lo inasible, todo aquello que solamente tiene vida en el interior de los seres humanos, lo que transciende lo empírico, los estados y flujos de conciencia. Literatura intimista, introspectiva, esa que recorre la esfera subjetiva de los personajes, desvelando los pensamientos, los sentimientos, las experiencias felices o traumáticas, instauradas en las cavernas de la psique de personas que prácticamente solo oyen sus propias voces. Enfocar los conflictos del individuo en su esfera consciente, y quizás también en la inconsciente. Y Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976), un narrador y poeta aún joven, pero avalado por el crédito de varios libros de sus autoría -Los nadadores, el más conocido- lo hace con solvencia, en una publicación que roza las trescientas páginas, sin provocar tedio ni desánimo en el lector, sino una creciente intriga y curiosidad por conocer el interior de esos personajes que se le muestran, en cuyas cavilaciones, y también torturas íntimas, los seguimos con anhelo.

   Sin apenas acción, en una vieja ciudad costera innominada. Solo hay un piso de renta antigua, una urbanización abandonada que lleva el nombre de “El pato salvaje”, como la pieza de Henrik Ibsen tan presente en el relato, un lienzo que ha permanecido muchos años escondido en un tubo de cartón, y Magritte, el pintor que concebía sus cuadros como poemas. Y tres mujeres, tres corazones que laten en la oscuridad, clara referencia y homenaje a Conrad, porque aún conservan vida, pero solas y aisladas entre si. Una madre, muy hermosa todavía en su decrepitud, en acelerada pérdida de la memoria, con lagunas y ausencias, que tiene una gran verdad dentro y quiere contarla a sus hijas. Es una historia que le acompañó toda su vida, desde hace sesenta años, pero cuyo origen solamente ella sabe. Las dos hijas son Susana y Nora. La primera, profesora, cercana a la jubilación, acaba de ser abandonada por Ernesto, su marido. Nora, vigilante de noche en el parking subterráneo de otra ciudad, y enterrada en vida por un complejo de culpa por haber sobrevivido en el accidente que mató a su marido.

   Y poco después de un inicio rebosante de alcohol y agresividad, el autor encauza el relato por lo impensado y nos sumerge plenamente en una oculta historia familiar habitada por el dolor y la soledad, que Águeda, la madre, hundida para siempre en un sueño del que no despertará, no les pudo revelar a sus hijas. Son su secreto, el abismo de su existencia, sus sueños truncados, de los que solamente ha sobrevivido un cuadro escondido y algo más que no revelaré, pero que las hijas comienzan a investigar al hacerse cargo de ella: la historia de una mujer, actriz en su juventud, que ella misma, hundida en las grietas de su desolación,  ya no podrá explicar. Reconstruir los momentos de la vida de la madre, comunicarse con ella a través del tacto y las caricias y seguir el rastro de un drama del pasado son los hilos conductores de esta pieza narrativa, una profunda cala en las ruinas familiares, en los arcanos secretos, en las zonas oscuras de los seres perdidos, en los fragmentos del pasado únicamente intuido a través de un simple detalle o que se rastrea en las revelaciones de una pareja amiga, en las fotografías y cuadros, espejos de una realidad, henchida de amor, culpa y redención.

   Una novela pues que le roba los secretos a la muerte. Y lo hace en el difícil registro de la narrativa intimista. Porque no resulta fácil narrar las vivencias más personales y las circunstancias que rodean a los personajes, sobre todo si están vestidos de complejidad y la vida familiar no los ha tratado de forma complaciente. Joaquín Pérez Azaústre fue capaz de hacerlo en una novela en la que apenas pasa nada, revistiendo una trama aparentemente intranscendente con el aliento de la emoción -no del melodrama-, con una prosa hurtada de su condición de poeta y un lenguaje tan brillante como contundente; a veces minucioso pero alejado de la intranscendencia porque ese esmero descriptivo puntilloso perfila  con acuidad a los personajes. Y una arquitectura constructiva cimentada en elementos simbólicos y en pilares femeninos, e inteligentemente punzada por frecuentes referencias a El pato salvaje de Ibsen, un escritor que  cuestionó el modelo de familia dominada por los valores victorianos, y a Magritte, el pintor de la fascinación de unos protagonistas cuyas historias han dejado de escribirse hace ya mucho tiempo, que terminarán perdiéndose a no ser que sean rescatadas por aquellos que los han amado.



Francisco Martínez Bouzas



                                                       
Joaquín Pérez Azaústre

Fragmentos



“Abre el cajón y saca una fotografía en color, con el papel levantado en los contornos. Muestra una mujer joven, con una melena pelirroja cayéndole por los hombros, cubiertos por dos tirantes amarillos. Se fija en los labios, rociados de humedad, ni muy gruesos ni delgados, en la proporción exacta entre voluptuosos y la elegancia de una discreción que también es dueña de su sensualidad. Pero sobre todo son los ojos, azules y profundos en su mar apacible, los que ocupan su atención, las sombras oscilantes de los muebles y los rincones vacíos de la casa, como si pudieran contener su existencia.

Nora se pregunta, con un resto de lástima y de súbito desamparo, cómo sería vivir en la expresión radiante de su madre en esa fotografía, qué nuevas escenas añadidas saldrían a su encuentro si, justo desde este instante, también ella habitara en esos ojos y pudiera mirar desde la eternidad de su juventud perdida. Antes de dormirse, siente que se hunde en el retrato.”

…..



“Se me hace muy difícil explicar aquellos días y, sobre todo, cómo era tu madre…No sólo hermosa. Eso resultaba evidente, pero constituía una limitación si de verdad se trataba de entenderla. Era algo más grande, más libre, más vivo, que todos nosotros, y estaba por encima de cualquier convención; pero sin voluntad de provocar, ni conciencia de estar forzando ninguna barrera. Simplemente para ella no existían. Y resultaba imposible, para cualquier hombre o mujer que estuviera cerca de ella, resistirse a su atracción (…) ¿Qué pasó realmente entre nosotros? Tú conoces una parte: desde que tienes memoria. Pero ¿y antes? Eso es más complejo, y en cierto modo lo sigue siendo: sobre todo para Josefina. Cuando conocimos a tu madre, ya éramos novios. Y aunque no formábamos una pareja tradicional, porque no olvides que nosotros sí que éramos actores, y yo no le había pedido que nos casáramos, todos nuestros amigos daban por supuesto que lo haríamos. Pues bien, aquellos meses, primero en Francia, pero también en Bélgica, sobre todo en Bruselas, pasaron algunas cosas que nos hicieron replanteárnoslo todo…Pero no sólo a mí, también a Josefina. Tu madre precipitaba situaciones que todavía hoy podrían resultar transgresoras, con una sinceridad y una inocencia tan auténticas que seducía. En aquellos días no había mucha gente preparada para vivir así. Yo lo hice. Pero Josefina intentó seguirnos y le costó un ataque de histeria, porque no estaba dispuesta a admitir determinadas cosas sobre sí misma.”



…..



“Ya en la rue de Laeken, Ode continúa pensativa. La contrariedad por no haber logrado salir de allí con los cuadros ha ocupado su gesto momentáneamente. Ahora, desde fuera, vuelve  a ver su rostro a través del escaparate, en ese retrato con los hombros desnudos, apenas cubiertos por los dos tirantes amarillos, escuetos sobre su piel lechosa, y se pregunta por qué ha tenido que venir su madre para que ella misma descubra su propia presencia anterior en Bruselas, cuando otra mujer idéntica, que ella empezó a conocer verdaderamente ya entrada en la vejez, se asomó a una experiencia dramática que después de todo, considerando las diferencias entre sus dos momentos, no se aleja tanto de la suya.”



(Joaquín Pérez Azaústre, Corazones en la oscuridad, páginas 46-47, 191-192, 264-265)

2 comentarios:

  1. Un enigma del pasado por descubrir, en esta novela que revela soledad, dolor y desolación del alma. Me parece atrayente para leerla, gracias por tan linda reseña, recibe un gran abrazo.

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