sábado, 13 de febrero de 2016

"GABRIELA, CLAVO Y CANELA": LA CELEBRACIÓN DEL AMOR Y DE LOS PLACERES DE LA VIDA



Gabriela, clavo y canela

Jorge Amado

Traducción de Dante Hermo

El Aleph Editores, Barcelona, 446 páginas

(Libros de fondo)



   En 1926, con solo catorce años, Jorge Amado decidió que su vocación sería la literatura. Junto con otros nuevos escritores, entre ellos João Cordeiro, Días da Costa, Alves Riveiro… fundó la “Academia dos Rebeldes”, y desde ese conciliábulo intentó darle un soplo de aire fresco a la marchita vida de las letras bahianas. Desde entonces, con más de veinte novelas, libros de relatos, literatura infantil, teatro y libros de memorias, se hizo patente y total la identificación del escritor con su entorno geográfico, hasta el punto de llegar a definirse él mismo como “un bahiano romántico y sensual”.

   La colosal obra literaria de Jorge Amado, una de esas figuras a las que claramente se le hurtó el Premio Nobel de Literatura, es un reflejo de la cultura tradicional bahiana, de las raíces  indioafricanas del nordeste brasileño. Desde el localismo de un territorio muy concreto, Jorge Amado se convirtió en un escritor universal con más de ochenta millones de libros vendidos en la fecha de su fallecimiento (6 de agosto de 2001). Y una obra traducida a cerca de cincuenta idiomas.

   Desde la nómina de los no-Nobel, Jorge Amado escribió alguno de los libros a los que siempre se vuelve, y fue capaz de crear escenas y personajes en los que hallamos el sabor siempre fresco y colorista de la mitología bahiana, poblada de mulatas, de héroes cotidianos, vagabundos generosos, prostitutas sentimentales. Un costumbrismo localista que, no obstante, permite una proyección universal del imaginario brasileño.

   Uno de esos personajes de proyección universal de Jorge Amado, es la protagonista y figura central de la novela Gabriela, clavo y canela, reeditado en España en varias ocasiones, una de ellas la de El Aleph Editores. De la misma forma que la música popular brasileña brota con “Garota de Ipanema” (“Olha que coisa mais linda, mais cheia de graça”), el personaje de Gabriela nos estimula a convertirla en símbolo y retrato de la mujer brasileña. También en su homenaje. La hermosa Gabriela, que sazona con clavo y canela, pero también con fuego el restaurante y la vida del sirio Nacib, allá por los años veinte del siglo pasado cuando la modernidad se asienta en Ilhéus, es uno de los personajes más atrayentes y seductores de la literatura del siglo XX. Gabriela es la competidora, hermosa y excitante, indómita, imprevisible, dulce, sensual e inocente, abanderada del amor pasional, capaz de poner en tela de juicio las costumbres y convenciones más arcaicas de una sociedad de terratenientes y militares.

   La fabulación de Gabriela, clavo y canela marca un punto de inflexión en la narrativa de Jorge Amado. La celebración del amor y de los placeres de la vida, y la creación de esta figura de honda sugestión erótica, marcan el final de una novelística inspirada en el realismo socialista y el inicio de una escritura rebosante de realismo y viveza, que bebe en la oralidad de la que conserva su gracia, en la que este clásico de las letras brasileñas celebra de forma heterodoxa el la sensualidad amorosa y los placeres de la existencia.



Francisco Martínez Bouzas



                                                       
Jorge Amado

Fragmentos



“Bajo el sol ardiente, con el torso desnudo, las hoces presas a largas varas, los trabajadores recogían mazorcas de cacao. Caían con un golpe seco los frutos amarillos, mujeres y niños los apilaban y los partían a golpe de machete. Se amontonaban los granos  de cacao tierno, blancos de miel, los metían en los cestos de mimbre, se los llevaban a los secaderos a lomos de los burros. El trabajo comenzaba al despuntar el día, terminaba al caer la noche; a la  hora de más sol, paraban a comer con prisa un pedazo de charqui asado con harina y una jaca madura. Las voces de las mujeres se elevaban con amargos cánticos de trabajo…”



…..



“Era el peor de los circos. El negrito Tuísca meneaba la cabeza, parado ante el vacilante mástil, casi tan pequeño como un mástil de saveiro. Más pequeño y miserable, imposible. El paño de lona de la carpa estaba agujereado como el cielo de una noche estrellada o el vestido de la loca María Ma Dá. No era mucho mayor que el puesto del pescado, apenas lo tapaba en el descampado del puerto. Si no fuera por la probada lealtad que lo caracterizaba, el negrito Tuísca se habría desentendido por completo del Circo Três Américas. ¡Qué diferencia con el Grande Circo Balcánico, con su monumental pabellón, las jaulas de las fieras, los cuatro payasos, el enano y el gigante, los caballos amaestrados, los trapecistas más intrépidos! Había sido una fiesta en la ciudad. Tuísca no se perdió ni un espectáculo. Meneaba la cabeza.

Amores y devociones se cobijaban en su pequeño y cálido corazón: la negra Raimunda, su madre, felizmente recuperada ya de su reumatismo, lavando y planchando ropa; la pequeña Rosinha, de cabellos de oro, la hija de Tonico Bastos, su amor secreto; doña Gabriela y el señor Nacib…”



…..



“Desnuda, extendida en la cama de matrimonio, Gabriela con una sonrisa. Desnudo, sentado en el borde del lecho, Tonico con los ojos espesos de deseo. ¿Por qué no los mató Nacib? ¿No lo mandaba la ley, la antigua ley cruel  e indiscutida, observada con escrúpulo siempre  que se presentaba la ocasión y la necesidad? La honra del marido engañado se lavaba con la sangre de los culpables. Aún no hacía un año que el coronel Jesuíno Mendoça la había ejecutado…¿Por qué no los mató? ¿Acaso no lo había pensado la noche anterior, en la cama, cuando sentía las caderas ardientes de Gabriela quemándole la pierna? ¿No se había jurado hacerlo? ¿Por qué no lo hizo?¿No llevaba el revólver en la cintura, no lo había sacado del cajón de la barra? ¿Acaso no quería seguir mirando con la cabeza alta a sus amigos de Ilhéus? Pese a todo no lo hizo.”



(Jorge Amado, Gabriela, clavo y canela, páginas 225-226, 303, 380-381)

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