sábado, 9 de enero de 2016

AMORES EQUIVOCADOS



Los amores equivocados
Cristina Peri Rossi
Menoscuarto Ediciones, Palencia, 2015, 137 páginas

   Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941), buena poeta y novelista, es así mismo una de las más notables cultivadoras del subgénero del relato, y la habilidad que demuestra en estos once cuentos que giran todos ellos en torno a las dificultades y ambigüedades con las que se vive el amor en nuestro tiempo, es una prueba inequívoca de  lo que acabo de afirmar. Una colectánea de cuentos, de mediana extensión, que exploran todas las vertientes, variantes y recovecos del amor como emoción anímica y como impulso carnal. La autora hispano-uruguaya confiesa que se deja seducir por las emociones y por el subconsciente; se cierra a influencias ajenas y escribe. Resultados de su escritura son, entre otros, los cuentos de Los amores equivocados, que, si algo demuestran, es la complejidad  a la hora de vivir el amor en nuestros días. El amor y el componente físico, el erotismo y la carnalidad a los que suele ir ligado. Y quizás algo más, al menos eso se palpa en este libro: el deseo, los encuentros inesperados, a veces clandestinos, la delicadeza, las traiciones conyugales y extraconyugales. Todo eso y la perturbación, lo imprevisto, la fragilidad de las relaciones de pareja o su carácter incendiario, explosivo a veces, se convierten el hilo conductor que lleva de la mano las historias de estos relatos.
   Con alguna notable excepción, el equívoco es la regla que mide los amores que, en su escritura, visibiliza Cristina Peri Rossi. No obstante, la autora piensa que “amar nunca es equivocado” porque, junto con la racionalidad, constituye la quintaesencia del “homo sapiens sapiens”. “El que ama, afirma la escritora, vive la mayor intensidad emocional, sentimental y sensorial, por eso los cobardes y egoístas nunca aman.”
   Esos amores asimétricos y socialmente inaceptables echan a andar en la presente edición, con “Ironside”. Más que amor, lo que late en el relato es carnalidad y agradecimiento de la chica menor de edad que es recogida por un camionero y se empeña en ser puta para poder alimentar a su familia. Un cuento desprovisto de amor, pero no de sexo iniciático y suplicado por la protagonista femenina. En el cuento que rotula el libro, la autora transmite la sensación de desencanto que siente el protagonista por el hecho de permanecer al lado de una mujer que siempre lo había amado, para pagar la deuda contraída  en una noche de pasión en Montevideo. Un amor ciertamente equivocado. El encuentro real con la mujer inmensamente hermosa con la que lleva soñando desde la adolescencia y con cuya imagen se masturba, hace que el protagonista se sienta horriblemente feo, lo mismo que el narrador que le imita en su huida. Una cita ocasional en la que la protagonista suplica ser llamada puta al ser penetrada. En “De noche, la lluvia”, un relato especialmente luminoso, a pesar de la oscuridad y la incesante lluvia, se crea un vínculo afectivo entre dos mujeres que se encuentran por azar. La pulsión de hacer miles de fotografías a la mujer amada para perpetuarla, para impedir que se escape. Una forma de lucha contra la fugacidad ciertamente, pero también un amor equivocado. Un hombre está a punto de asfixiarse  al tragar un pelo del pubis de su amante en una relación clandestina. La joven universitaria que se acuesta con una profesora a la que tiende una trampa para ahuyentar a su amante. En fin, las dos hermanas del último relato, “Un cuento de Navidad”, que discuten porque ninguna de las dos quiere hacerse cargo de su madre en Navidad, y una de ellas además no encuentra una buena fecha para separarse. Son algunas de las líneas que reflejan las sinopsis de estos cuentos.
   Cristina Peri Rossi retrata hábilmente múltiples formas de vivir el amor en las ciudades de nuestro tiempo -las tramas de estos relatos se desarrollan en ambientes urbanos en los que la soledad impone su imperio- amalgamando lo emocional y lo corpóreo. No obstante, el lector puede llegar a la conclusión de que la mayoría de estos once cuentos están habitados por sexo, por largas sesiones de cama, por orgasmos en todas sus modalidades. ¿Será que las múltiples variedades del amor, sin excluir las familiares, se reducen en el fondo a encuentros fugaces? Encuentros que Cristina Peri Rossi muestra con ese cuidadísimo estilo suyo, “combinación de poesía y de prosa”. Una actitud lírica, pero al mismo tiempo, un lenguaje muy preciso para darle vida escrita a alago, a la vez tan humano y tan misterioso, mágico e irracional como la emotividad y la carnalidad y sus caracteres explosivos.

Francisco Martínez Bouzas

                                                       
Cristina Peri Rossi
Fragmentos

“Le prometió que iría a buscarlo, aunque él se rió de manera condescendiente: tenía treinta años y la suficiente experiencia como para saber que aquello que se dice en una noche de amor es tan apasionado como frágil, escrito en la marca del deseo. Además, él quería huir solo de esta ciudad de múltiples aguas y vientos desbocados; le dijo que no lo intentara, no sabía cómo sería su vida en Barcelona, no tenía dinero ni amigos: era un viaje al azar, más por malestar que por ilusión.”

…..

“Todo iba bien, hasta que ella, en medio del ardor impetuoso de la refriega amorosa le suplicó que la llamara puta. «Dime puta, puta, puta, por favor», reclamó. Él, que estaba a punto de penetrarla, súbitamente se detuvo. Disimuló como pudo, pero aquel órgano rebelde, no sujeto a la voluntad, pareció desconcertado, tan desconcertado como él mismo. Siguió besándola, pero en un giro imprevisto de los miembros, en lugar de seguir encima, aprovechó para colocarse de costado.
-¿Qué te pasa? -preguntó  ella, asombrada. A él no le pasaba nada, nada especial, solo que no le gustaba hablar cuando follaba y, aún menos, que le exigieran ciertas palabras. Ni guarra, ni puta, ni ninguna de esas cosas lo excitaban. Lo excitaba muchísimo más penetrarla silenciosa y férreamente, sin decir palabra, dejando que los pensamientos de cada cual fluyeran libremente y fuera un acto mudo, poderoso, bélico, pero sin estruendo de palabras.
-No me gusta hablar –dijo, rencoroso, mientras ella se erguía levemente, de costado, y lo miraba a la cara.”

…..

“Claudia se negaba a depilarse, decía que de esa manera era más natural y a él le parecía bien, le gustaba muchísimo ese felpudo mullido, ese triángulo oscuro donde había pelos rizados como caracolas, pero hete aquí que a veces uno se le atragantaba, como ahora, y no atinaba ni a tragárselo ni conseguía empujarlo hacia los labios, donde podría desembarazarse más fácilmente  de él. ¡Así, así, asiiiiiii!  Chillaba Claudia y él no podía, decididamente no podía interrumpir para decirle «me he tragado un condenado pelo», ni siquiera se lo había tragado, estaba ahí, a medio camino, intentó aspirar pero el clítoris se contrajo, «¿qué demonios estás haciendo?», protestó Claudia, él tenía que seguir succionando, seguir succionando aunque estuviera a punto de morir de asfixia, enseguida se imaginó lo que podía ocurrir: moriría ahogado entre las piernas de Claudia, amoratado por falta de aire, con el pelo metido entre la glotis y el esternón, cuando ella se diera cuenta sería demasiado tarde y habría muerto, luego vendría el rigor mortis, además Claudia no podría avisarle a nadie, nunca le había dado el número de teléfono de su mujer para evitar pistas, ambos estaban de acuerdo, aquello no era más que sexo, sexo, sexo.”

…..

“La miré. Sentada tenía un fuerte parecido a la Venus de Willendorf. De pie, también. Pero desnuda y sentada, el parecido aumentaba porque los pliegues del vientre se acentuaban, las piernas, menudas y regordetas, parecían más cortas y, además, su estatura disminuía. El parecido que yo encontraba entre ella y la antigua Venus de Willendorf había sido, sin duda, uno de los motivos de mi deseo. El deseo habla de quien lo siente, no del objeto, como el amor habla de quien ama, no del amado. Posiblemente yo era la única persona -y quizás su marido también, aunque tratándose de un experto en economía, dudo mucho de que hubiera visto alguna vez una reproducción de la famosa Venus- a quien Carmina hacía evocar la Venus de Willendorf, pero era justamente yo quien había hecho el amor con ella.”

(Cristina Peri Rossi, Los amores equivocados, páginas 29, 47, 83-84, 119-120)

3 comentarios:

  1. Muy interesante la forma de narrar de la autora, amigo. Me he bebido todos estos párrafos que nos regalas. Contar, y contar bien, como hace ella, no es nada fácil. Un abrazo.

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  2. Un racimo de cuentos interesantes, el amor tiene muchas caras, y se liga a muchos sentimientos, que estos a la vez se ligan en más profundidad a lo que guarda la mente de cada individuo. me gusta la manera como la autora expresa el erotismo, la sensualidad y hasta los traumas psicológicos que pueda tener el personaje, siempre en busca del amor verdadero, aunque no siempre el correcto. Gracias por tu trabajo, es siempre merecedor de un fuerte aplauso. Un abrazo.

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