miércoles, 19 de noviembre de 2014

"LA MIRADA DE LA MUÑECA HINCHABLE": UNA SITUACIÓN DRAMÁTICA PROLONGADA



La mirada de la muñeca hinchable

Javier Tomeo

Editorial Anagrama, Barcelona, 162 páginas

(LIBROS DE FONDO)



   Alejado del realismo que caracterizaba sus primeras novelas “serias”-sabido es que Tomeo escribió, bajo pseudónimo, en los años cincuenta literatura popular e incluso algunas novelas del oeste-, y en la misma línea de ese cambio “consciente” hacia algo diferente y difícil de publicar que iniciara en Cuentos perversos (2002), el escritor aragonés, Javier Tomeo (Quicena, Huesca, 1932-Barcelona, 2013), publicó en Anagrama en el año 2003 una de sus numerosas novelas que, en sentido estricto y riguroso del término, está huérfana de argumento. No obstante el mismo escritor describió la trama de La mirada de la muñeca hinchable como “una situación dramática prolongada”. Y en efecto, de verdadera situación dramática que se prorroga sin fin, puede definirse lo que le acontece al antihéroe de la fabulación de Javier Tomeo.

   Difícilmente se puede hallar mayor dramatismo que en la figura de un hombre solitario al que en su casa le hace compañía una muñeca inchable (Dorotea le llama), con la que vive amancebado. Una situación a la vez desoladora, patética y cómica. Una visión esperpéntica y deformada de la realidad que el autor reconoce que se reedita en todas sus obras.

   El protagonista de la novela es un ser solitario e inadaptado que, cuando se encuentra en su casa, enciende el televisor y comenta sus contenidos, “horrorosos y manipuladores”, con sus compañera, la muñeca, que no lo contradice en lo más mínimo ni responde a sus caricias y palabras lisonjeras. Otras veces da largos paseos por una ciudad en compañía de otro hombre. Torcuato, una suerte de alter ego del protagonista. Y entre los dos presencian situaciones esperpénticas, estrafalarias y contactan con personajes asimétricos.

   La novela esta ausente de indicio de estructura canónica. Y la acción podría prolongarse de forma indefinida. El mismo Javier Tomeo es consciente de la falta de un argumento convencional, aunque matiza que éste no existe en el sentido de que no se producen situaciones que se podrían hallar en un novelón. Mas Javier Tomeo cuenta una historia y en las páginas de su fabulación, hacen acto de presencia todas las querencias y fobias de su narrativa. Su relato, página tras página, nos conduce hasta la perturbación. El orbe estético de Javier Tomeo no está trabajado como lo podría hacer un aparato escritural de funcionamiento sencillo y fácil. Sus personajes, obsesionados y torturados, incapaces de hallar acomodo en la realidad, son con frecuencia auténticos trastornados. Sus novelas, de elevada densidad y desarrolladas a traveseé de espacios y escenografías atemporales, universales y humorísticas, la concisión de su prosa,  ciertamente cartesiana, hacen de Javier Tomeo un escritor raro y difícil de encuadrar en las clasificaciones o tipificaciones generacionales de la literatura española.

   Mas sus textos, ya irrepetibles a no ser que se hallen más inéditos como el de El hombre bicolor, poseen una “luz interior” una economía lingüística y ese estilo tan austero y límpido que los hacen parecer de fácil lectura. Es esa luz interior la que nos permite ver en Javier Tomeo un escritor de dimensiones universales que pervivirán más allá de la muerte, capaces de alcanzar y desconcertar las periferias del alma compleja de nuestro tiempo.



Francisco Martínez Bouzas





Javier Tomeo (Foto de Marce-Lí  Sáenz)

Fragmentos



“Me acerco a la ventana y contemplo la puesta de sol. Las chimeneas empiezan a enrojecer, pero los vecinos del noveno segunda continúan insultándose. A esa gente le importa un pimiento el color del cielo. Falta media hora para que empiece el telediario. Doy un par de puñetazos en la pared, pero continúan gritando.

-Tú y yo, por lo menos, no discutimos -le digo a la muñeca.

Dorotea continúa con la mirada puesta en el fondo del pasillo. No cambia nunca de expresión, pero desde que le pinté las pestañas parece que me vea.

Los vecinos discuten ahora de gastronomía. Cualquier tema es bueno para demostrar que no están de acuerdo. El marido dice que en la fabada no se echan tacos de ternera y ella responde que su madre los echaba. El hombre suelta una carcajada. Tal vez esté fingiendo, pero su risotada resulta convincente. Se ríe, además, con la letra o, con lo que sus carcajadas resultan todavía más brutales y humillantes.”



…..



“Llego a casa y me frío un par de huevos con chorizo y la casa se llena de humo, pero Dorotea no protesta. Me siento a cenar a su lado, pincho el chorizo con el tenedor y se lo acerco a un centímetro de la boca, pero la mantiene cerrada. No quiere reconocer que se está muriendo de hambre.

-Vamos, vamos, abre la boquita -la animo.

No tengo más remedio que admitir que es más fuerte que yo. Está por encima de mis debilidades y servidumbres. No necesita comer, no necesita amar. Cuando liquido el chorizo me limpio los labios con la servilleta y le doy la oportunidad de que me bese.

-Adelante, soy todo tuyo, -la animo.

Cierro los ojos y espero, pero no mueve ni una pestaña. Debe de suponer que estoy borracho y la verdad es que no se equivoca demasiado.

-Ámame -le pido.

No dice ni mu. Continúa ignorando que estoy a su lado.

-Vamos, dime algo -insisto, acariciándole la mano.

Lo mejor que puedo hacer es librarme definitivamente de esa ingrata. Lo decido de pronto. No soporto más humillaciones. Ni siquiera le concedo el derecho a disculparse. La arrastro por un brazo hasta la ventana y sin pensármelo dos veces la arrojo al vacío en el preciso instante en el que el vecino del noveno quinta insiste con El trino del diablo.”



(Javier Tomeo, La mirada de la muñeca inchable, páginas 27-28, 124-125)

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