martes, 17 de enero de 2012

LA TIERRA Y EL CIELO DE JACQUES DORME

Entre el cielo y la tierra
Andreï Makine
Traducción de Amelia Ros
Tusquets Editores, Barcelona, 195 páginas
(LIBROS DE FONDO)



   Detrás de la figura personal del novelista Andreï Makine se esconde una historia que ella misma ronda las fronteras de la ficción. Nacido en Siberia, luego de estudiar en Kalinin y en Moscú e impartir docencia como profesor de Filosofía, se exilió en Francia donde reside hasta la fecha. Llevaba consigo el mejor equipaje: la lengua francesa y un doctorado en letras. Andreï Makine se consagra muy pronto a la escritura y lo hace en francés, lengua en la que escribe sus primeras novelas, que son rechazadas por todas las casas editoriales. Hasta que el escritor se inventa una traductora -Albertine Lemmounier, el nombre de una de sus bisabuelas- a la que atribuye la versión francesa de sus obras, fingiendo así que originalmente habían sido escritas en ruso. La trampa funcionó y le sirvió a Makine para publicar sus primeras novelas. Con su tercer título, es tomado en serio definitivamente. Y su carrera  se consolida para siempre con su cuarta novela, El testamento francés (1995), con la que obtuvo los premios Goncourt y el Médicis. En el conjunto de su obra literaria, su novela, Entre el cielo y la tierra, no es una excepción: Makine fija su mirada incisiva en aquellos instantes que marcarán para siempre los destinos apátridas que basculan entre dos tierras, Francia y Rusia.
   En las páginas de Entre el cielo y la tierra, se cobija una intensa epopeya humana con huellas autobiográficas del escritor, y evoca el destino de dos seres humanos que poseen  una cierta idea de Francia. Y así mismo, los tormentos del narrador que busca una reconciliación entre una Francia  de difícil encuentro y una Rusia definitivamente perdida. El universo ficcional que encierra la novela, nos hace revivir los grandes temas de El testamento francés y de Réquiem por el Este, completándose así la trilogía franco-rusa de Andreï Makine.
   También como en las obras mencionadas, en la novela que comentamos, Andreï Makine nos presenta la temática de la identidad en relación con la doble pertenencia, geográfica y lingüística, que desenvuelve a través de una trama argumental de raíces constantes e imperecederas en el universo literario: la pasión amorosa contrariada por la historia.
   La trama argumental se apoya en dos grandes personajes: Jacques Dorme y Alexandra y en un escritor que actúa como testamentario  y rescata su idilio cincuenta años más tarde. Porque todos los detalles de esa historia (un día de lluvia, un baile, un collar de ámbar que se rompe...) le hablan de su propia adolescencia cuando Jacques Dorme era su héroe y Francia, el país de sus sueños. La novela hace que los lectores se interroguen sobre la imposibilidad de explicar la guerra, todos los escalofriantes y brutales momentos de la guerra a pesar de que es ella la que permite que se conozcan los dos amantes.
   La historia comienza su andadura en la mitad de los años 60. Soportando y enfrentado a la dureza de un orfanato soviético repleto de hijos de héroes fallecidos, un adolescente  encuentra un cierto consuelo en la lectura de libros franceses y en la dulzura maternal de una vieja dama francesa de nombre cambiante (Choura en el hoy narrativo, antes Alexandra), que le relata la pasión que había sentido por un aviador francés llegado a Rusia para combatir en la batalla de Stalingrado, en 1942. Allí conoce a una compatriota, Alexandra, una enfermera exiliada. Se aman frenética y apasionadamente durante unos días y después él parte hacia el confín del mundo para pilotar los aviones de la línea Alaska-Siberia, una línea secreta conocida como Alsib. A través de la misma, los americanos imperialistas  suministraron más de ocho mil aviones al aliado ruso.
   Jacques Dorme, mientras vuela, piensa en su Francia natal, piensa en la infinitud helada que se extiende bajo las alas de su avión, piensa en el amor  (“esa especie de plegaria silenciosa que une a dos amantes separados por el espacio o la muerte”). Y siente en su piel la frágil frontera que en la Rusia stalinista separa a un hombre libre de la muerte o de un encarcelamiento atroz y despiadado. Al final, se estrella con su avión e una de las cumbres de los montes Cherski bajo el fulgor violeta de la luz boreal que invade el cielo. Y allí, soldado a la montaña, permanecerá para siempre.
Ändreï Makine
   Andreï Makine no pretende contar únicamente un idilio amoroso, sino también la realidad que se oculta tras la forma literaria. Y lo hace sirviéndose de unos personajes que  dan la impresión de estar amputados, arrancados de su destino, de su tierra, de su amor, de su lengua. Y con el empleo de un estilo suntuoso, sutil, deslizante y muy sensual. Con todo ello teje Makine una historia rica, compleja y contradictoria que bascula entre la epopeya y el relato amoroso y donde la cronología parece estar al servicio de un propósito narrativo que posee sus encantos y sus servidumbres. Con estos bagajes, Makine recorre los parajes geográficos que Jacques Dorme sobrevoló en el pasado, el lugar donde se quebró su vida y la de la mujer que le amó. Existencias remotas que cobran vida tras sus párpados.

Francisco Martínez Bouzas



Fragmentos

“En la noche cerrada, la cadencia sorda y densa del paso de un convoy interrumpe el relato de este último combate. Es un tren que se dirige al este. Jacques Dorme espera. Ambos escuchan cómo se extingue el ruido. Después oyen un estertor, un grito de un vagón a otro, y una respuesta insultante a ese grito. El aire frío se mezcla con el hedor de las heridas.
«De todas maneras, no habría tenido bastante combustible para volver porque volaba demasiado lejos de la línea del frente. Me entusiasmé…» Alexandra adivina que él sonríe en la oscuridad. Se disculpa por haber  hablado de su victoria, de las acrobacias para evitar que su avión entrara en barrena y de su desvanecimiento. Por haberlo contado estando tan cerca de aquellos vagones cargados con miles de soldados que se debaten entre la vida y la muerte. Y Jacques Dorme  sonríe
Si el amor tiene un comienzo, para Alexandra todo nació con esa leve sonrisa, invisible en la noche cerrada. (…)
“Pasaban por poblaciones con huertos rebosantes de frutas y calles habitadas por cadáveres, como aquella aldea de la región de Kiev donde un grupo de mujeres fusiladas parecía descansar después de una jornada de recolección. Rodeaban las ciudades, y algunas noches habían escuchado como unas voces ebrias entonaban canciones alemanas. En una ocasión terminaron en medio de un territorio sitiado, coincidieron con unidades rusas pero no intentaron unirse a ellos. No se trataba de un ejército sino de desechos humanos que se empujaban por el barro, se quitaban la comida, caían muertos por las balas que los oficiales disparaban en un intento de detener la huida, o bien los mataban para abrirse paso. En ese desordenado río de gente había unos islotes de sorprendente estabilidad, y también unos destacamentos aislados que, sin esperanza de refuerzos, cavaban trincheras, reunían amas y preparaban la defensa”
(Andreï Makine, Entre el cielo y la tierra, paginas 120- 123)

1 comentario:

  1. Gracias una vez más, Francisco, por acercarnos a textos y autores fascinantes!

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